Reseña: Después del Trabajo
Quiero decir que compré este libro, no digamos engañado porque es mucho, pero sí con una expectativa diferente. Conocía al camarada Nick Srnicek y habiendo leído (y gustado de) dos de sus libros previos, supuse que finalmente había escrito un libro completo dedicado al postrabajo. Resultó ser que no y buena parte tiene que ver con Helen Hester, la coautora de esta publicación (otra parte tiene que ver con no prestarle atención a la bajada del título, pero no vamos a hablar ahora de lo bobo que soy yo).
¿Alguna vez te preguntaste cómo fue evolucionando el trabajo doméstico y el tiempo libre a lo largo de los años? Aunque hubiese podido traer algunas ideas desde lo más profundo de mi imaginación la verdad es que nunca se me hubiese ocurrido que el recorrido sería así de interesante. Mientras la naturaleza y la forma del trabajo cambiaba, cambiaba también el hogar, la organización familiar sobre las tareas domésticas y de cuidado, las dinámicas sociales y la tecnología que esperábamos nos ayude a aliviar nuestras responsabilidades (spoiler alert: no lo lograba).
Los que venimos del palo del management estamos acostumbrados a leer libros escritos por dos o más autores: en algunos casos refleja el resultado de un esfuerzo de investigación desarrollado en contextos académicos, en otros casos es más la suma de la chapa de uno con el nombre de otro que hace el trabajo sucio (cofKotlercofcofcof, perdón, esta tos che). Lo que pocas veces se ve es un combo de autores realmente complementarios, que aporten distintas miradas enriqueciendo el resultado final. Lo vi en Artificial (con el combo Bilinkis – Sigman) y en este libro, donde Hester trae la mirada feminista y Srnicek la mirada de la economía política. La tecnología viene de los dos lados.
Señoras y señores, no lo duden, este es un libro de izquierda. Y a la izquierda le podemos criticar muchas cosas pero no le podemos criticar justamente su crítica. El análisis que proponen Helen y Nick es preciso, incisivo y hasta doloroso. Poquito a poquito te van vendiendo una idea y cuando menos te diste cuenta, ZAS, ya compraste y estás listo para agarrar las cartulinas, armar tu pancarta y salir a la marcha. No voy a negar que por momentos te sentís preso de un sketch de Capusotto (escrito por Saborido, claro) donde el capitalismo es el culpable de todo y te reís porque parece joda pero después te quedás pensando si realmente no es el culpable (como en el sketch de Capusotto).
Ya llegando al final del libro nos preguntamos cómo arreglamos todo este kilombo y, como en esa película que no entendés cómo va a cerrar la trama argumental siendo que le quedan 10 minutos y un montón de puntas abiertas, te encontrás con un último capítulo cortito con algunas ideas interesantes pero la sensación de que arreglarlo es más difícil que criticarlo y que hay muchas cosas que tendríamos que meter borrón y cuenta nueva pero eso no existe en el mundo real.
Suspiramos, rezongamos, nos quedamos pensando y nos vamos a seguir peleando con los pañales, la limpieza, la comida de la semana, los trámites que tenemos pendientes y ese trabajo que nos quita más horas de las que nos gustaría. Y recordamos que a la izquierda se la critica, sí, pero hay que leerla siempre.
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